Niki Lauda: La leyenda que nació del fuego

Niki Lauda: La leyenda que nació del fuego

El 1º de agosto de 1976 marcó un antes y un después en la vida de Niki Lauda. Por Roberto Nemec Es increíble y hasta paradójico, que bajo ese mi

El 1º de agosto de 1976 marcó un antes y un después en la vida de Niki Lauda.

Por Roberto Nemec

Es increíble y hasta paradójico, que bajo ese mismo fuego que casi consume su vida, se haya construido a partir de aquel primer día de agosto del ahora lejano 1976 su leyenda.

Esa misma que hasta ese lluvioso domingo del Gran Premio de Alemania, lejos estaba de envolverlo, porque por encima de sus triunfos y títulos, su figura era la imagen de un hombre frío, distante, calculador. Pero aquel 1 de agosto de hace 49 años, en la salida de la curva Kesselchen del kilómetro 10.700 del viejo Nürburgring, muchas cosas cambiaron para Niki Lauda

La imagen de la Ferrari envuelta en llamas tras despistarse, rebotar y volver al circuito para ser embestida por los autos de Brett Lunger y Harald Ertl es ya un hito dentro de la historia de la Fórmula 1.

Un referente insoslayable por todo lo que significó para el mundo automovilístico y, fundamentalmente, para su gran protagonista, que concretó un doble milagro. El de salir vivo del ese infierno y el de una recuperación increíble, que ante el asombro mayoritario le permitió 40 días después volver a subirse a la Ferrari 312 T2.

“La motivación de seguir viviendo es la que me permitió salir adelante. Recuerdo perfectamente muchos detalles de lo que pasaba y se hablaba alrededor de mí. Y entre esas cosas, nunca voy a olvidar al sacerdote que vino a darme la extremaución. Lo hizo casi automáticamente y como si yo fuera simplemente un muñeco. Ahí me di cuenta que estaba cerca de la muerte, pero también ahí mismo decidí poner todas mis fuerzas para seguir viviendo….”

Del relato que más de una vez hizo Niki de ese difícil trance, se rescata la importancia de esa motivación que le permitió, no sólo volver a correr, sino también demostrar que seguía siendo el gran campeón que todos veían en él hasta ese fatídico 1º de agosto.

Y el destino le dio sobradas oportunidades de confirmarlo. Primero, con el segundo título mundial logrado al año siguiente del accidente. Y  luego, con esa tercera corona ceñida en 1984 que tuvo el especial significado de rubricar otro gran regreso, como lo fue el que hizo en 1982 a la Fórmula 1, tras su alejamiento a fines del ´79. Todo esto fue alimentando esa leyenda que como tal, siguió más allá de su definitivo retiro en 1985, y hoy lo encuentra, desde su puesto de presidente del equipo Jaguar de F.1, como uno de los grandes referentes de la categoría.

Pasaron ya 49 años de aquel domingo 1º de agosto de 1976. Aquel inolvidable día que el fuego dejó huellas imborrables en el rostro de Niki Lauda, pero que no pudo modificar su espíritu de gran campeón. Por el contrario, lo puso a prueba, para convertirlo desde ese instante en una leyenda.

Cómo fue el accidente

Niki Lauda encaró el Gran Premio de Alemania de 1976 con la intención de ampliar los 26 puntos de ventaja que le llevaba a James Hunt y que, con siete carreras por disputar, lo colocaban como el gran candidato a retener el título.

Sin embargo, las cosas no se le presentaron bien, ya que en clasificación el inglés le ganó la “pole” y en carrera partió con gomas ancorizadas, y antes de completar la primera vuelta debió ingresar a boxes para cambiarlas por slicks ante la mejoría de la condiciones climáticas.

La Ferrari de Lauda salió detrás del Brabham BT45-Alfa Romeo de Carlos Pace y lo hizo a un gran ritmo en su intento de recuperar el terreno perdido.

Al llegar al kilómetro 10,700 y circulando estimativamente a unos 200 km/h, la Ferrari 312 T2 salió imprevistamente proyectada hacia el lado derecho de la Curva Kesselchen (un viraje a la izquierda), derribó 10 postes de contención y chocó contra unos arbustos, antes de retornar a la pista. En esos momentos explotó el tanque de combustible y segundos más tarde la Ferrari fue chocada por el Surtees de Brett Lunger, y arrastrada otros cien metros, luego de lo cual fue apenas tocada por el Hesketeh de Harald Ertl. Estos dos pilotos, junto con Arturo Merzario y Guy Edwards, que se detuvieron voluntariamente, rescataron a Lauda de entre las llamas de su Ferrari en una tarea que fue fundamental para salvarle la vida, especialmente en el caso de Merzario, que fue el que lo sacó del habitáculo tras una dura lucha para desabrocharle el cinturón de seguridad.

Con quemaduras de primer y tercer grado en la cara y las manos, fractura de un pómulo y una grave intoxicación en los pulmones por los gases aspirados, Lauda fue llevado inicialmente al Hospital de Adenau y luego trasladado en avión al Centro Asistencial de Mannheim. Durante los tres primeros días su estado fue considerado extremadamente grave, básicamente por la intoxicación en los pulmones, al punto que los médicos le advirtieron a su esposa Marlene “que se preparara para lo peor….”. Afortunadamente, el jueves 5 comenzó una paulatina recuperación, que lo sacó del peligro de muerte y permitió el lunes 9 su traslado a la Clínica Dermatológica de Ludwigshaffen, donde se le realizaron los primeros transplantes de piel. Lauda regresó el martes 17 de agosto a su casa en Salzburgo y el 12 de septiembre, tras estar ausente en los Grandes Premios de Austria y Holanda, volvió a correr (llegando cuarto) en Monza, el mismo día que Carlos Alberto Reutemann debutó en Ferrari. Su esfuerzo, sin embargo, no le alcanzó para retener el título en 1976. Favorecido por su abandono voluntario en la carrera de Japón, James Hunt, con el McLaren M23-Cosworth, le ganó el campeonato por un solo punto, en otra jornada signada por la lluvia, en Fuyi.

 

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